1.5.05

21/SHEIO de Historias grises, de Ulises naranjo

A mí, me da cosquillas. La angustia es el ánima de una mosca verde. Me anda debajo del cuero, entre la piel y el músculo. Me pica en un lugar y, antes del socorro de mis uñas, se marcha a hacer sus cosas a otra zona del pellejo. Soy un cazador frustrado, pero también es cierto que saco gala de mi torpeza. Uno se acostumbra a todo y este ejercicio hace que encuentres placer hasta en la búsqueda del dolor. Pero esto no es lo más importante; la obsesión de mi vida no es eliminar la tristeza, sino investigarla, apropiarme de ella hasta el abuso, hasta que el exceso de tristeza me lleve al antídoto. Y la única manera de encontrarlo es llegar hasta el fondo del asunto, hacer de la tristeza jugo en mis glóbulos, calcio en mis huesos, fibra muscular, cuero cabelludo, lagrimal, encía, jugo gástrico, sexo, pestaña, úlcera, órgano vivo. Dicen que lo que cuesta vale y me has encontrado en estos tiempos de dura experimentación. Si me ves tan triste es porque voy camino a la felicidad escondida; soy un vagabundo que culminará en dios, con la típica indolencia de los dioses, la inmóvil satisfacción, la conducta irrefutable. Ningún precepto puede ser producto de una manzana que se te cae en la cabeza. Lo mío es la encarnación del postulado, el imperio de la ciencia romántica. Voy camino al paraíso perdido por la ruta del fuego. Mordisqueando el cadáver del pueblo de dios, estoy accediendo a lo divino. Es insoportable el calor en estas tierras. No hay panes ni peces. Sufro. Estoy fundando la religión.