17.7.05

·|· Divine · 03 ·|·

La luz del sol resplandecía sobre el metal. Ella reposaba sobre la roca, y su hermoso rostro era iluminado por el bisturí. Su cuerpo seguía húmedo. Había sido una noche agitada. Siempre jugaban en el bosque. Solían tener sexo violento a la luz de la luna. Pero esa noche fue distinto porque sin querer recibió un golpe muy fuerte en su cabeza. Él seguía la lado de ella viendo pasar las horas, esperando que no se despertara. Siempre le gustó la anatomía humana. Histéricas. La agarró de los pelos y la arrastró un par de metros. Le cortó el corsé y masajeó uno de sus senos con una mano. Mientras, con la otra, se masturbaba. Su cuerpo temblaba; gotas de sudor recorrían su rostro. Entrecerraba los ojos, mordiendo con fuerza su labio inferior, como queriendo cortarlo. El vaivén se hizo más rápido, hasta estremecer; un grito final destinado al cielo evocó la imagen de un animal. El semen recorría la rosada mejilla. Inició su fantasía.

Ella siempre se quejó de sus pequeños labios. Tan sólo con raer un poco de piel circundante, su boca aumentó progresivamente de tamaño. Empezó a sangrar y él absorbió el fluido con un apasionado beso. Pudo apreciar un sabor entre salado e insípido, pero sutilmente dulce, lo que le despertó una ambición ya antes experimentada. Extrajo los ojos de sus cuencas y sació su impulso vital succionando de éstas. Luego los guardó en una bolsa de nylon. Solían jugar con ella. Cómo la quería...

Probó con el izquierdo. Clavó la herramienta de punta en el pezón. Ya la sangre había coagulado y se abrió como una flor. Había muchas alrededor. Con mucho cuidado lo arrancó entero. ¡Se vería tan linda con una corona de narcisos! Tardó mucho tiempo en la coinfección del adorno, pero verdaderamente quedaba bella. El seno derecho lo dejó intacto. Sentía un regocijo interno; ella hubiera estado muy feliz.

Comenzó la parte más excitante. Sacó una capa de cuero de su abdomen. El músculo se encontraba contraído. En su cara se esbozaba una sonrisa placentera. Urgó entre ellos y removió un riñón. Cortó las venitas y la uretra. Era, de todos, el órgano que más lo apasionaba. Habían pasado horas y tenía hambre. Cerró los ojos y mordió la parte inferior. Un jugo viscoso chorreaba de su boca. Tenía una textura esponjosa y jugosa; era como un budín de pan, pero de carne. Nada despreciable. Se tiró a descansar a su lado, abrazándola con ambos brazos. Cuando despertó y la vio, tuvo ganas de penetrarla. Sacó de su bolso lubricante. Extrañamente, sus movimientos fueron lentos y suaves.