4.8.05

•|• Marcia • 05 •|•

Siempre lo hacen por las noches. Ese maldito ruido se entremezcla en mis sueños y me desvela. Cuando eso ocurre, asumo que no volveré a conciliar el sueño. Por eso debo matar el tiempo. El hoyo en la pared existió siempre, pero lo descubrí hace poco. Quiso ser descubierto. Es aberrante ver sus cuerpos desnudos, transpirados, moviéndose al compás de la cama. El ruido que ésta provoca perturba mis ideas. Sus gritos sordos retumban en mis oídos. Y para sustraerlos de mi mente tengo que ir al baño. Allí, saco meticulosamente los anillos de mi mano izquierda y los colocó sobre la mochila. Meto dos dedos en mi garganta, hasta el fondo. No pasa nada; pero con tres una catarata de liquido estomacal baña el inodoro. Me siento bien. Puedo verles las caras reflejadas en aquel pantano.
Hay veces en las que se disfrazan. ¿Qué pasión le puede provocar el dolor infligido por ella? •**• permanece esposado o atado a la cama, sin la posibilidad de responder a aquellos azotes. Ella da vueltas alrededor disciplinando cualquier movimiento ajeno. Sin embargo, es en esas noches cuando •**• demuestra mas goce. En sus ojos se puede ver la lujuria misma. Ella se monta sobre él y comienza a arañarlo. Luego lo besa, o lo muerde. Apoya su pelvis encima de la de él y se mece. Y parece fría, pero •**• tiembla de placer y cierra los ojos. Y no puedo dejar de ver esas sensaciones, que recorren todo mi cuerpo también. Corro velozmente hasta el baño. Y mientras vomito me toco, porque siempre me agarra un cosquilleo imparable que debo detenerlo con mi mano. Aprieto fuertemente mis partes. A veces las manos suben hasta las tetas. Las masajeo con la misma intensidad que •**• lo hace con ella. Ya no quiero pensar más. Su recuerdo persiste, aún cuando el sol brilla sobre mi cabeza. Será su cuerpo, su boca, o los gritos que calla cuando lo hacen; realmente no lo sé, pero me está obsesionando. Se ven tan sucios, tan gastados... parece que la vida se les desborda en cada noche. Al terminar parecen sólo dos cuerpos inertes, echados en la cama, después de haber sido aplanados por una maquina feroz. Sin embargo a las veinticuatro horas siguientes retoman sus fuerzas para desperdiciarlas nuevamente.
Las peores imágenes se graban cuando invitan a una tercera a su fiesta carnal. Es increíble lo bajo que caen al compartir a su pareja con alguien más. Ya no existen normas en los jóvenes de hoy en día. Esa ferviente libertad que aparentan, sólo demuestra lo inseguros que son, al no poder negarse a una petición de su pareja. Y esas relaciones que tienen... Son engañados delante de sus narices, sin actuar al respecto. •**• lo hace primero con una, luego con la otra, y también con las dos. ¿dónde se vio que alguien se excite al ver a su novia con otra? ¿Entienden? Dos mujeres. Ya todo se ha desvirtuado... los gritos se multiplican por aquellas noches. Y yo sigo sin dormir, observando el espectáculo de la decadencia humana. Siempre llego a la conclusión de que el celibato es la mejor opción. He tenido la suerte que mis padres me hayan internado en un colegio pupila. He tenido la suerte de no conocer nunca la pasión, lo que la carne puede provocar. Es mejor así; no desearía de ningún modo verme como aquella chica. •**• no se da cuenta que esa mujer lo único que puede hacer es... Vomité. Me limpio con la mano, que se mueve tosca y pesada. Frota mis labios salpicando los azulejos con los restos de la purga. Mi boca escupe verdades, aberraciones de estos jóvenes inescrupulosos; y yo me canso de llevarlas en mi cuerpo.
Ya son casi las cuatro de la madrugada y hoy los ruidos molestos no han aparecido. Podré, por fin, descansar en paz. Sin embargo me preocupa saber que han cambiado de rutina. Me he fijado varias veces, pero la habitación contigua sigue desierta. ¿Habrán comprendido lo sucias que son aquellas relaciones? No lo sé. Pero siguen sin aparecer. Me asomo y nuevamente encuentro el vacío. ¿Qué les habrá pasado? Tal vez si les pregunto cualquier insignificancia, no quedara como que tengo interés en ellos. En realidad, no lo tengo, pero me extraña que hayan cortado su habitual rito nocturno que parecía gustarles tanto. Salgo al pasillo, golpeo su puerta. Nada. Regreso a mi cuarto. Comienzo a desesperarme porque no están, porque algo raro debe estar pasando, y temo por eso. En el fondo, son mis vecinos, y como buena vecina que soy, debo velar por el bienestar de aquellos. Emergencias sería inútil, ya que no tengo una sospecha sólida que declarar. El único sonido que percibo es el tic-tac del reloj. Me impacienta aún más. Recorro incesantemente los rincones de la pieza. Si me siento, mi pie continúa el movimiento. ¿Qué diablos habrá pasado? No puedo pensar en otra cosa. Aquellas imágenes, aquellos olores. Tengo que dormir, tengo que sacármelos. El segundo café es más fuerte, y lo acompaño con una aspirina (la que tiene cafeína). Prendo la radio, pero no hay ningún accidente que pueda llegar a involucrarlos. continúo en una nube de cansancio, pero en estado de alerta. Estimulo mis sentidos para que no sucumban en la droga del sueño. La perturbación ha atacado a mis ojos y me cuesta alcanzar la nitidez del entorno. Pero vislumbro el inodoro. Está muy lejos. Es que a veces mezclo, y mi estomago no tiene tolerancia a los estupefacientes... La purga es inevitable, ni siquiera tengo que provocarla. Se vierte en el piso del baño como bautizándolo. Extraigo de mi todo lo pecaminoso, lo sexual. Arrojo todas mis preocupaciones y las veo mezclarse con el liquido. La pasión, rojiza, me saluda desde el suelo. No quiero más. No logro eliminar todos mis males, todas mis molestias, pero ya me canse. Quiero descansar; hace mucho que no lo hago. Esto me está haciendo mal. Pero no puedo. No puedo detenerlo. No puedo gritar. Lloro. Está más allá de mi alcance. Debo parar de algún modo. Mis músculos se contraen con fuerza reprimida; intentan cortar la salida de aquella abundante secreción. No lo logran. No hay alguien que me ayude. Nadie a quien pedirle paz. Mi garganta guarda el sabor amargo que proviene de mi estomago. Se retuerce junto a mi abdomen. Junto a la imagen •**•. Junto a mi pasado. A mi vida. Mis piernas tiemblan. Empiezo a estrangular mi cuello. Mis manos aprietan fuertemente aquel camino que marca la perdición. Ya el dolor se está yendo, aquella impotencia. Pronto dejaré de pensar. Ya no pienso más...